jueves, 8 de abril de 2010

La cigüeña viene en tubo de ensayo

       En épocas modernas nos parece muy normal escuchar términos como clonación, genoma, ADN, transgénicos, etc., pero rara vez reflexionamos sobre el impacto que esa parte de la ciencia tiene o puede tener en nuestras vidas. La verdad, creo yo, que el asunto de la experimentación con células troncales, con la intención de curar alguna enfermedad, es más fantasioso que real para una persona como yo que no tiene la capacidad económica para financiar un método de este tipo. No dudo que, cuando se vuelva algo cotidiano, el uso de las células troncales baje sus costos pudiendo ser accesible a las clases económicamente débiles. Pero el que esto se vuelva una realidad será cuestión de un buen tiempo. Por eso es que no me interesa ese aspecto del tema: porque está lejos de mí tanto en el tiempo como en la capacidad adquisitiva, que seguramente el criterio principal para ser sujeto a este tipo de tecnología será el económico.

       Aclarado lo anterior paso a tocar el lado más popular de este asunto, que es el de la concepción por medio del uso de células y embriones y su uso como objetos de estudio y experimentación en el campo de la genética, un tema polémico.

       Un comentarista nos expone los argumentos en contra de los métodos de concepción de esta índole, argumentos que son de tipo moral, deontológicos en su mayoría. Creo que por principio de cuentas tenemos que abordar el contexto de la persona o pareja que se somete a estos medios. Nadie tiene los mismos valores, en el sentido de la importancia que le da a cada uno de ellos, que otra persona. La corriente crítica personalista es, de cierta manera, tirana, pues trata de imponer, y a veces impone, su visión de la vida y de la calidad de aquello que participa en la vida. En el texto se hace mención de cómo en décadas pasadas era muy cuestionado todo estudio con células, pues se da el argumento de que esa célula tiene (en el caso del embrión) la potencialidad de convertirse en un ser humano, y ¿cómo experimentar con un ser humano en potencia? ¿Cómo tratarlo como si fuera sólo un objeto? Entonces con este tipo de problemas se ha topado el estudio de las células troncales por varias décadas. De haber tenido una postura más pragmática ahora tuviéramos mayores avances en este campo y, seguramente, habría mayores posibilidades de tratar los distintos tipos de esterilidad. Pero así es como se ha dado este conocimiento y, hoy, apenas estamos conociendo las posibilidades que la experimentación con células nos ofrece. Ya que nadie ve y concibe el mundo y la vida de la misma manera, esos criterios y argumentos personalistas han contribuido a que las personas que desean procrear, pero por alguna deficiencia no son aptos para lograrlo, se encuentren con que aun no es posible una solución para ellas. Pienso que todos tenemos derecho a tener una familia; se puede argumentar que para ello existe la adopción, pero ¿no tiene el hombre el derecho natural de multiplicarse así mismo, de verse continuado en este mundo a través de su progenie? Lo mismo va para aquellas personas que desean ser padres pero su orientación sexual es una traba: se da el argumento de que la familia compuesta por hombre-mujer es el único medio sano en el cual el niño puede desarrollarse. Este argumento se cae cuestionando: ¿por qué la mayoría de la homosexualidad se da en personas criadas en familias tradicionales? Creo que tanto las personas con una orientación sexual diferente como aquellos que carecen de pareja tienen derecho a formar una familia.

       El argumento contra la clonación que mayor interés me causó fue el de la vanidad. Puede que alguien quiera una copia de sí mismo solamente para fines narcisistas. No dudo que alguien pueda tener ese plan, pero si el factor determinante para realizar ese tipo de clonación es lo económico seguramente se darán muchos de estos casos. Aquí lo importante es el cuestionar si se puede comprar el derecho, de ese ser clonado, de engendrar una vida sólo por vanidad. Y además habría que preguntarse en qué calidad se tendrá al ser clonado, si ¿será un ser humano con todos sus derechos y garantías? ¿Será sólo la propiedad de su clonador? ¿Puede tener derecho a una vida normal fuera del plan por el cual fue clonado? Este tipo de cuestiones están, creo, un tanto lejanas a nuestro tiempo y sociedad, pero es bueno ir tomando en cuenta los indicios que el futuro nos da.

       A nosotros nos ha tocado la era de los niños de probeta, la fertilización in vitro, la inseminación artificial, el tratamiento con hormonas, etc. Aun estamos lejos de la clonación propiamente dicha, pero ya podemos ver y debatir sus pros y sus contras, que casi siempre los contras son de tipo moral. A la ciencia le interesa conocer su objeto de estudio no hacer juicios de valor sobre si es bueno o malo estudiar tal o cual cosa, pero cuando la ciencia toca la parte fundamental del ser humano, como es su ADN, las cosas cambian, pues ya no estamos hablando de cosas inanimadas ni de animales de laboratorio. El problema es definir qué es un ser humano, a partir de cuándo se le puede dar esa calidad a un conjunto de células y qué hacer con la investigación científica.

       Hemos llegado a una época en que la cigüeña tiene problemas para llegar por los medios tradicionales, no es raro que ahora opte por el tubo de ensayo y el laboratorio. Nuestra necesidad sigue siendo la misma que la de nuestros ancestros: tener descendencia que continúe con nuestros genes por el mundo. Pero a diferencia de nuestros ancestros hemos desarrollado medios que cubren esas necesidades cuando la naturaleza falla, medios que a la vez de regocijarnos nos causan reflexión y cuestionamiento de si será ese el camino que debemos tomar.

       Para finalizar me gustaría pensar que lo que mueve a la ciencia y a los científicos es la necesidad de encontrar una solución a las miserias humanas (en el caso de la medicina) y no el factor económico. Ante fenómenos como la concepción asistida por métodos de genética, clonación y experimentación con células y embriones, el principal beneficiado o perjudicado es el propio ser humano. Creo que debemos apostarle al progreso, pero con un gran sentido ético. El personalismo me parece una corriente de tipo impositiva y poco útil en nuestro mundo actual. Pienso que el pragmatismo, llevado de manera cabal, es un candidato óptimo para tratar estos temas de forma seria. La búsqueda de soluciones en la que todos los involucrados salgan beneficiados (o menos perjudicados) es la directriz en la que apunta el pragmatismo. En un mundo que cada vez es más heterogéneo funciona mejor el diálogo y los acuerdos tomando a consideración todos los elementos.

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